Ya sea en la oficina o bien a la hora de iniciar un negocio, lo cierto es que podemos toparnos con compañeros capaces de tirar por tierra cualquiera de nuestros propósitos profesionales. ¡Aprende a identificarlos y a esquivarlos!
Como si de invasores alienígenas se tratara, están entre nosotros. Y aunque suelen pasar desapercibidos, cuando nos percatamos de su presencia ya es demasiado tarde para la empresa o, simplemente, para nuestra salud mental. Como no podía ser de otro modo, se trata de los parásitos laborales.
Para que puedas desenmarcararlos cuanto antes, aquí te pasamos la lista de los más frecuentes. ¡Abre bien los ojos y aguza el oído!: nunca sabes por dónde pueden aparecer.
Los halagadores. Cuando los halagos hacia tu trabajo son sistemáticos y sin fundamento, lo mejor es ignorarlos. De hecho, estas opiniones gratuitas hacen un flaco favor a tu competitividad, puesto que no contribuyen a detectar y mejorar posibles problemas propios del día a día laboral.
Los chismosos. Son especialistas en difundir todo tipo de chismes y rumores, un hábito que enrarece y perjudica la atmósfera de trabajo y la buena relación entre los compañeros de oficina. La única receta para este tipo de parásitos es no hacer caso de sus comentarios y, sobre todo, no confiarles ninguna información delicada sobre la empresa. Aunque el arte de la rumorología se da en cualquier entorno de trabajo, desactivando a estos elementos subversivos tendrás mucho ganado.
Los vegetales. Su apatía y su pasotismo se podrían considerar como una enfermedad congénita. Definitivamente, la proactividad no va con ellos, ni tampoco las ganas de realizar aportaciones positivas para intentar tirar del carro. Este tipo de parásitos difícilmente se integrará en un modelo horizontal de organización empresarial, donde las decisiones se tomen entre todos. En este caso, su aportación sería nula. Por si esto fuera poco, se limitan a hacer lo justo para que nadie pueda echarles en cara su actitud. En definitiva: están abonados a la ley del mínimo esfuerzo.
Los ladrones de tiempo. Ya sea por su inagotable capacidad para hablar o distraer, no dejan de ser una perdida de tiempo. ¡Cuidado!
Los pesimistas. Imaginamos que ya los conoces: siempre ven la botella medio vacía y son incapaces de detectar nuevos modelos de negocio u oportunidades. Son otro cero a la izquierda.
Los estresados. Un verdadero saco de nervios con piernas… y numerosos quebraderos de cabeza bajo el brazo. Van de un lado al otro como pollos sin cabeza y sólo aportan caos y desorganización.
Los ineficientes. Necesitan un número exagerado de horas para sacar adelante el trabajo. Ya sea por falta de capacidad o porque son demasiado vagos, este tipo de trabajadores no convienen a nadie.
Los desactualizados. Adquirieron toda su formación hace años (si no décadas), y han sido incapaces de actualizarse para dar respuesta a las necesidades de la empresa actual (sobre todo por lo que respecta a la ofimática, las redes sociales o los idiomas). Nuestro consejo: recomiéndales cursos que les ayuden a ponerse al día.
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