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El valor del trabajo

Una de las grandes responsabilidades que tienen los padres con los hijos es prepararlos para el futuro, al inculcarles desde temprana edad la importancia que tiene el trabajo honesto y responsable. 

Si bien su verdadero trabajo es estudiar, es preciso que comprendan desde que son pequeños que tienen que responsabilizarse por sus acciones y que llegará el día cuando tendrán que trabajar en un empleo formal si desean convertirse en adultos independientes y exitosos.

Predicar con el ejemplo
Los hijos empiezan a conocer las virtudes del trabajo cuando ven en su hogar ejemplos de personas trabajadoras, que se esfuerzan por satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, salud, educación y esparcimiento. Pero si ven que su padre o su madre no hace más que quejarse porque tiene que levantarse temprano todos los días para ir a trabajar, inventa excusas para faltar a la oficina o salir más temprano, despotrica contra su jefe frente a ellos o cambia de empleo cada 12 meses ¿Qué pueden aprender acerca del valor humano del trabajo?

La falta de esfuerzo en las pequeñas cosas puede resultar en  adultos mediocres.

Todo empieza en el hogar
Si los hijos ya están en la etapa de la adolescencia, y si aparte de estudiar nunca tuvieron una responsabilidad u obligación dentro de la casa, se les ha hecho una gran injusticia.

Es cierto que los padres son responsables de educarlos para la vida y proporcionarles todas las herramientas para que aprendan a defenderse como adultos en la sociedad. Pero no se les puede dar y hacer todo por nada, pues solo sabrán apreciar los sacrificios de sus padres cuando ellos mismos tengan que levantar una familia.

Deberes cotidianos
Una manera de inculcarles la responsabilidad que significa trabajar es asignarles algunas tareas regulares en la casa, según su edad.

Ello les permitirá ir descubriendo ciertas destrezas que no sabían que tenían. Y si además son premiados al final de la semana con un paseo a la playa, una salida al cine o a comer helados, comenzarán a sentir la satisfacción del trabajo bien hecho.

Los más pequeños pueden recoger los juguetes y ordenarlos al terminar de jugar, así como llevar la ropa sucia al lavadero y colocarla en la cesta correspondiente después de bañarse.

Por su parte, los más grandecitos pueden ayudar a mamá a poner la mesa para cenar y recogerla después de comer.

También pueden ayudar a sus hermanitos a vestirse en la mañana antes de ir al colegio o a cepillarse los dientes antes de acostarse.

Los mayores pueden alimentar y sacar el perro para que haga sus necesidades, ayudar a papá a cortar la grama del jardín, recoger la basura del patio o aspirar y ordenar los cuartos.

Aunque al premiarlos los anima a seguir esforzándose por realizar sus deberes en la casa, no se debería hacer lo mismo por cumplir con obligaciones como ir todos los días al colegio, hacer sus tareas e incluso bañarse.


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EL UNIVERSAL

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