Que los empresarios empiecen a respirar tranquilos: en contra de lo que pudiera parecer, tomar un café con tus compañeros de oficina o hacer una pausa para enseñarles las fotos que tienes en el móvil no es un impedimento para el buen funcionamiento de la empresa. Incluso, puede que sea todo lo contrario.
Es más, no hay que olvidar que no es oro todo lo que reluce: que un empleado pase más horas de las establecidas frente al ordenador no significa que esté trabajando más que quien se va a casa a su hora. Sin embargo, aún son muchos los que opinan que el expediente se cumple calentando la silla.
En un intento de llamar la atención sobre este aspecto, The Wall Street Journal citó recientemente diversas compañías que habían optado por atar en corto a sus trabajadores y vigilar las posibles distracciones que podían surgir en su lugar de trabajo, hasta el punto de comprometer la privacidad de los empleados.
Estas acciones no hubieran tenido demasiada relevancia si no hubiera sido por los resultados obtenidos: una serie de evidencias que, contra todo pronóstico, tiran por tierra la teoría de que dejar un poco de libertad a los profesionales es perjudicial para cualquier organización. Uno de los ejemplos más representativos es el de Bank of America, firma en la que se detectó una relación entre la interacción entre los empleados y su nivel de productividad. Cuando la primera cayó, también lo hizo la segunda.
De ahí que cada vez sean más las multinacionales que están empezando a crear espacios en los que los trabajadores se encuentren cómodos y en los que puedan relacionarse fácilmente. Una práctica que avalan algunos expertos, quienes recomiendan destinar la mitad de nuestro tiempo de trabajo a acciones y conversaciones con los compañeros que puedan traducirse en posibles mejoras para el día a día de la empresa.
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