Creer que los encontronazos con tu jefe o con determinados compañeros se solucionarán porque sí es un error habitual en muchas compañías. En contra de lo que dice el refrán, el tiempo no lo cura todo, por lo que no nos queda otra que coger el toro por los cuernos si esto ocurre. ¿Sabes cómo hacerlo?
En el ámbito de la empresa, no todo es la formación, la experiencia y las buenas ideas de negocio. De hecho, las relaciones humanas son uno de los pilares para el buen funcionamiento de cualquier empresa.
Sin embargo, conseguir una buena armonía en la empresa no siempre es fácil, puesto que esto implica encajar diferentes egos, formas de ser, celos, rivalidades y objetivos profesionales que a veces chocan frontalmente entre ellos, hasta el punto de resultar excluyentes.
Cuando las fricciones son constantes, es imposible que la situación se sostenga a lo largo del tiempo, y suele comportar que uno o más de los implicados abandone la empresa. De ahí la importancia de actuar, especialmente cuando el enfrentamiento deja de obedecer a cuestiones profesionales y empieza a responder al deseo de perjudicar a otras personas.
A continuación, te detallamos algunos consejos que pueden ser útiles a la hora de poner orden.
1. Recuperar el diálogo. Al hacerlo, evita trasladar todas las culpas de la mala relación a tu jefe o a tus compañeros. Muy al contrario, lo más aconsejable es asumir tu parte de responsabilidad.
En el caso de que sea imposible llegar a este punto, conviene recurrir a un mediador.
2. Analizar las causas que han provocado el problema y fórmulas para erradicarlas. De no ser así, el problema está condenado a repetirse en el futuro.
3. Prever y adelantarse a futuras situaciones que pueden reabrir el conflicto. Es importante advertir escenarios que puedan reavivar las diferencias entre dos personas. Una vez detectadas, habría que establecer pautas para saber cómo actuar en estos casos.
No obstante, no siempre es posible reconducir el problema. Cuando la relación está muerta, la única salida posible es reubicar a las personas implicadas en nuevos equipos de trabajo o incluso negociar la salida de una de ellas de la empresa.
Ahora bien, cuando esto ocurre, el peón sacrificado no es necesariamente quien posee menos habilidades para trabajar en equipo, sino quien resulta menos rentable para la empresa.
En este sentido, los directivos tienen que tener muy claro cuál es el precio del éxito en los resultados, y si éste puede acabar saliendo muy caro a la larga.
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