A veces, parecemos olvidar que estar activo no siempre es sinónimo de ser productivo. O al menos, de estar haciendo lo que la empresa realmente necesita. Lo mismo ocurre cuando se hacen varias cosas al mismo tiempo (con el agravante de que muchos de ellas no son urgentes): responder el correo electrónico, ordenar carpetas, repasar la agenda… Aunque cueste cambiar de chip, tenemos que aceptar que tener varios frentes abiertos no siempre es la mejor opción, ni para la empresa ni para el trabajador.
De hecho, calentar la silla se ha convertido en poco más que un deporte nacional, y son muchas las empresas que sufren las consecuencias de la poca efectividad de sus empleados. De todos modos, no hay que perder de vista que muchas de ellas han promovido esta mentalidad (por ejemplo, premiando a los trabajadores que más tiempo pasan en la oficina, en lugar de hacerlo con los que más rinden). Además, muchas organizaciones permiten que sus profesionales maten las horas realizando tareas sencillas y mecánicas que apenas aportan nada a la cuenta de resultados. Y lo que es peor: que afectan negativamente a nuestra inteligencia.
Al menos, esto es lo que se desprende de una investigación presentada recientemente por la Universidad de Londres. Según este estudio, pasar demasiado tiempo gestionando el correo electrónico o enviando SMS reduce una media de 10 puntos nuestro cociente intelectual. Asimismo, y según el informe, la pérdida de inteligencia es mayor en el caso de los hombres. Por lo tanto, aunque esta estrategia sea válida para cubrir el expediente (al menos, por lo que se refiere al tiempo de permanencia en la oficina), optar por tareas sencillas puede pasar factura a nuestras capacidades.
Evitar este tipo de situaciones depende tanto del empresario como del trabajador. Mientras que el primero debe aprender a medir el rendimiento de su plantilla por los resultados —y no por las horas que pasan los empleados en la empresa—, los auténticos profesionales deben buscar alternativas constructivas para aquellas tareas mecánicas y poco significativas. Incluso, si la organización para la que trabaja no ve con buenos ojos esta opción, la formación y los cursos de especialización pueden ser el pasaporte a un trabajo mucho más acorde con sus expectativas y capacidades.
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Información publicada en: http://www.quecursar.com
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