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No soy indispensable en mi trabajo. ¿Qué hago?


Trabajo
En el mundo laboral, todos somos necesarios, pero no hay nadie imprescindible. No obstante, si sospechas que tu empresa podría funcionar con normalidad sin tu aportación, es hora de ponerle remedio. Y más en un momento en el que a pocos directivos les tiembla la mano a la hora de rescindir contratos.

Es posible que, tras varias semanas de vacaciones o durante una baja médica más o menos prolongada, compruebes que nadie te ha echado de menos. O que incluso, que todo ha ido mejor durante tu ausencia. Sin duda, no es agradable constatar que tu labor diaria puede llegar a ser accesoria. Además, teniendo en cuenta la situación económica, éste es quizás uno de los peores momentos que se recuerdan para desempeñar una tarea poco relevante, ya que muchas empresas están deseosas de adelgazar sus plantillas.

Si trabajas en una multinacional, el problema no es tan serio, ya que al dar cabida a plantillas muy extensas es difícil convertirse en una pieza realmente importante. Además, suele haber una mayor jerarquización en la estructura de le empresa, por lo que en la mayoría de ocasiones estas informaciones nunca acostumbran a llegar a la más alto de la pirámide. Y si los mandos intermedios no hacen bien su trabajo, esto es todavía más improbable.

En cualquier caso, que no se te haya echado en falta podría tener una segunda lectura más positiva, que nada tiene que ver con tu supuesta incompetencia: que tu jefe haya preparado bien a tus compañeros para asumir tus responsabilidades temporalmente. O incluso, que hayas transmitido correctamente a tus compañeros qué hacer durante tu ausencia. Eso no sólo demuestra la profesionalidad de tus compañeros, sino también la tuya propia.
Otro aspecto importante consiste en asumir que nadie es irremplazable. Partiendo de esta evidencia, debemos trabajar para dar un valor añadido a nuestro trabajo. Esto es: para aportarle una calidad o una excelencia que no esté al alcance de cualquier trabajador con un perfil parecido al nuestro.

Ahora bien: ¿cómo añadimos ese valor? Una buena idea es ser creativo, mostrar proactividad y detectar aspectos mejorables en el día a día de le empresa y proponer ideas para que todo marche mejor. También es importante ser participativo: no basta con escuchar, sino implicarse y posicionarse. Y si hay problemas que debemos solucionar nosotros, evitar escurrir el bulto y pasar la patata caliente.

Lo mismo ocurre con la formación: cuanto más valor demos a nuestro curriculum, más difícil se lo estaremos poniendo a la empresa a la hora de que pueda plantearse nuestro relevo. De ahí la importancia de realizar cursos de reciclaje, cursos de idiomas, programas de posgrado y másters que contribuyan a actualizar nuestros conocimientos y a convertirnos en profesionales más útiles y valorados en nuestro puesto de trabajo.


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Información publicada en: http://www.quecursar.com

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