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El trabajo como prioridad

La adicción al trabajo es un problema contemporáneo. Se manifiesta cuando la persona considera que lo más importante es su empleo y lo pone por encima de cualquier otro aspecto de su vida: la familia, los hijos, los amigos y hasta su propia salud. Una de las primeras razones o justificaciones es el miedo a perder el trabajo en medio de la crisis laboral. En consecuencia, trabajan horas de más, se llevan obligaciones a casa, nunca se desconectan de la oficina -ni del teléfono- por lo que no disfrutan de las vacaciones. De hecho, la actitud es no desear que lleguen para no tener que ausentarse.

El adicto al trabajo (workaholic) se ve envuelto en un círculo vicioso dominado por el "tener que". Esto lo aparta de momentos cruciales en las otras facetas de su vida. Y es que pasar más tiempo en la oficina es visto como una virtud en pro del rendimiento corporativo. También existe el riesgo de pretender cubrir carencias personales con la ocupación de un trabajo. En general, el adicto al trabajo no puede desconectarse de la actividad en la oficina aunque esté de vacaciones.
La persona adicta a su empleo debe aprender a desconectarse y disfrutar del ocio
Además, se desespera por revisar a cada momento su cuenta de correo oficina con regularidad. Si está en la playa o la montaña de vacaciones, su mente está en la oficina.
La ansiedad los consume y por ello no son capaces de disfrutar a plenitud momentos importantes. Muy adentro, el nivel de exigencia personal los lleva a buscar el perfeccionismo; los logros y el éxito son relativos. Existe una carga social y emocional en el problema de la adicción al trabajo. Incluso muchas personas en el mundo requieren asistencia profesional de parte de un terapeuta o un psicólogo primero para admitir que padecen el problema y luego buscar soluciones.

Trabajar compulsivamente, si que haya tiempo para otras actividades es el detonante de cuadros de estrés y depresión. La persona se agota física y mentalmente, pues al no tener reposo, al no drenar las angustias propias de la actividad diaria, éstas se van acumulando. Aparecen entonces el  cansancio, la ansiedad, el típico peso en los hombros, los cambios de humor, la sensibilidad ante cualquier situación. El adicto al trabajo presenta una tendencia a controlarlo todo. Cuando algo se sale de lo previsto se activa el deseo de resolver directamente el problema en lugar de delegar y contar con el equipo de trabajo.

Por otro lado, cuando los niveles de estrés son muy altos el cuerpo emite alarmas: insomnio, agotamiento mental, poca tolerancia a las personas alrededor. Pero la propia rutina de trabajo les lleva a ignorar tales señales o manifestaciones de cansancio. Les cuesta mucho hacer un alto para establecer las prioridades en la larga lista de responsabilidades corporativas. Y no es un problema que se manifiesta solamente a nivel gerencial; cualquier persona puede volverse adicta al trabajo.

EL UNIVERSAL.

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