Las nuevas tecnologías y la crisis económica han transformado el día a día de las empresas y, por tanto, la forma de relacionarse entre sus empleados. Por eso, es el momento de prestar atención a las nuevas reglas del juego.
Aunque los autores anglosajones hablan de workplace politics u office politics, no dejan de ser las normas no escritas de toda la vida. Y para evitar chascos varios, no nos queda otra que conocerlas para prevenir futuros descalabros.
A continuación, aquí te las resumimos:
1. Busca un mentor. A pesar de que tenemos los recursos necesarios para salir adelante con nuestros propios medios, nunca está de más dar con un maestro. Y no por sus conocimientos sobre nuestro lugar de trabajo, sino también para tener un aliado cuando las cosas vayan mal dadas. Si vienen curvas, esta figura —especialmente si tiene un peso específico dentro de la empresa— puede convertirse en nuestro mejor aliado.
2. Descubre cuáles son las normas no escritas. Además de algunos aspectos básicos (como la puntualidad, la corrección en el vestir o el respeto hacia los compañeros), hay otras reglas que no son tan evidentes, pero que tampoco hay que pasar por alto: por ejemplo, el uso de las redes sociales en horario laboral (no siempre está permitido) o escuchar música. Antes de hacer acciones similares, conviene saber si estas acciones están bien vistas.
4. Los resultados: el indicador más valorado. Aunque no siempre es así, poco se valorará tu esfuerzo si no tienen consecuencias positivas para la empresa. Si pasas una temporada al 110%, procura que esta inversión de tiempo, esfuerzo y recursos sea productiva.
5. Las discusiones, cara a cara. Si bien el e-mail puede ser un modo mucho más aséptico a la hora de recriminar alguna actitud, esto puede pasarnos factura. Por lo general, cualquier mensaje suena mucho más duro cuando se plasma por escrito, con el agravante de que la persona amonestada no tiene la capacidad de dar una réplica inmediata. Incluso, tener documentada una discusión puede convertirse en un arma arrojadiza en el futuro.
6. Quejarse cuando sea necesario. Encajar cualquier decisión de forma crítica puede hacer que los demás no coman terreno. Es cierto que protestar por sistema puede afectar nuestra imagen profesional, pero no hacerlo nunca también nos puede convertir en pusilánimes a ojos de los demás. Cuando veas que alguna decisión supera los límites de lo razonable, habrá llegado el momento de protestar.
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