Hace un tiempo atrás llorar por problemas laborales era criticado en las empresas. En el caso de los hombres se decía que era interpretado como un signo de debilidad y en el caso de las mujeres era justificado en casos de descontrol psicológico o simplemente como un arma de manipulación. En ambos casos el resultado era el mismo, una reducción importante de las posibilidades de llegar a ocupar puestos de importancia.
Reseteando los problemas
Tomando en cuenta que los trabajadores pasan en promedio entre 8 y 9 horas diarias en las oficinas y que incluso un tercio dedica entre 10 y 11 horas al día a sus labores profesionales es difícil mantener la idea de que las emocionalidades debían quedarse en casa. En este sentido, los expertos son enfáticos en señalar que las personas son la misma en el trabajo y en su hogar, por lo que pedir una especie de división de los sentimientos es ilógico.
Siguiendo esa línea, estudios recientes apuntan a que llorar en el trabajo puede ser productivo, ya que le permite al cerebro tener una especie de “reseteo” del problema que lo afecta, además de generar empatía y reforzar vínculos con los pares e incluso con los superiores.
Para la docente de la Universidad de California, Kimberly Elsbach, las mujeres son las más proclives a mostrar sus emociones en el trabajo, en cambio los hombres han sido educados para no hacerlo, especialmente si se trata de llorar. En opinión de la autora del libro ‘Siempre es personal: Emociones en el nuevo lugar de trabajo’, Anne Kreamer el 41% de las damas y el 9% de los varones ha llorado por algún razón en el lugar que se desempeña laboralmente, sin que eso, reconocen los encuestados, haya significado un perjuicio en sus posibilidades de desarrollo.
Una forma de conexión
En la publicación de Kraemer se señala que el llanto puede ser una herramienta de conexión cuando se reconoce frustración laboral. De hecho, se ha definido que los hombres lloran ante situaciones que los afectan y que tienen su origen fuera del trabajo (problemas personales), mientras que las mujeres suelen verse más golpeadas por temas propios del trabajo, como por ejemplo no sentirse lo suficientemente valoradas.
Pese a ello, las damas que ocupan cargos de dirección se muestran más duras con los empleados que lloran. La explicación de ello es que en su ingreso al mundo laboral, las mujeres debieron adoptar mucha de las actitudes masculinas para no ser discriminadas. A su vez los varones suelen mostrarse más comprensivos y buscar las razones del porqué, especialmente si la que está al frente es una mujer.
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